viernes, 27 de diciembre de 2013

Reaccioná, gil

Dedicada a todos los estúpidos que (alguna vez) escuchamos "Creep" y nos sentimos identificados.

Es el deseo festivo de este blog que ya no te pase. Por un 2014 libre de llantos imbancables.

martes, 24 de diciembre de 2013

Una entre doce

  Es una tortura cada vez que una chica linda se sienta al lado mío en el tren. No puedo evitar pensar qué puedo decirle, de qué manera puedo llamarle la atención, qué puedo hacer para generar en ella un interés análogo al que siento. Pero por cada acción que quiero emprender, se genera una reacción contraria de igual magnitud. Es una de las leyes básicas de la física, y la vida se rige por ella. Es así que, si pienso en comentarle lo linda que es, me llamo cerdo por dentro, me tildo de superficial, y ojalá ahí me detuviera, pero no, me acuso de machista, de invasivo y repulsivo. No, no, no le voy a decir que es linda. ¿Y si saco el libro que tengo en el bolso, para que vea lo que leo? Pretencioso, snob, imbécil. No.
  - Perdoná, ¿este tren va para Banfield, no?
  ¡Es ella la que me habla! Tan fácil era.
  - Sí.
  Es todo lo que le contesto. No me sale nada más, no sé qué más podría decirle, miro por la ventanilla como un gil y rezo a las fuerzas místicas que nada hacen en mi vida para que ella no espere nada más, para que me haya olvidado. El tren finalmente abandona la terminal y me siento un imbécil, creo que me superé una vez más, que todo lo que hago sube un poquitito más el techo de imbecilidad que creí que ya no podía sobrepasar.
  Cuando los fantasmas que me acusaban de snob se callan, saco mi libro y me dispongo a leer. ¿Qué más puedo hacer? Mejor ya no pensar en ella, de nada sirve, tuve una oportunidad y la dejé pasar. Que este sea un viaje en tren como todos y listo. ¿De dónde salen esas esperanzas estúpidas, por qué espero que una chica linda (tampoco es tan linda, digamos una piba tirando a normal) se siente al lado mío para empezar a fantasear? ¿De qué me sirve?
  Me digo todo esto, intento leer, pero no puedo dejar de prestarle atención a ella, de espiarla con el rabillo del ojo. Cierro el libro. Se está quedando dormida. Cabecea, y cada vez que frenamos en una estación, se para toda sobresaltada tratando de identificar dónde estamos.
  Ya sé.
  - Si querés te aviso cuando estemos por llegar a Banfield. Mirá que yo me bajo después.
  - No, no. Sé dónde bajarme.
  - Está bien, yo... decía por si querías... dormir.
  Estuvo bastante bien. No aceptó mi ayuda, es cierto. ¿Me pregunto qué me habría constestado si yo fuera lindo? O "pibe tirando a normal", por lo menos. No, eso no tiene nada que ver. Lo que sí me pregunto es esto: ¿habría ofrecido mi ayuda si ella no fuera una ella y en cambio fuera un él? Es difícil ofrecerle ayuda desinteresada a otro hombre. No existe la ayuda desinteresada. Todo el que te ayuda te quiere coger. O quiere algo, y la mayoría de las veces es coger. O no, no necesariamente, pero a lo que voy es que no me arriesgaría a que un tipo pensara que me lo quiero coger. Si una mina lo piensa, bueno, me dará vergüenza y me sentiré un cerdo, sí, no me volverá a hablar y yo pensaré en la mierda de mundo en que vivimos, sí, o se sentirá halagada y coqueteará levemente para nunca volver a verme, sí. Pero con un tipo me arriesgo a comerme una trompada. O una poronga. Mejor quedarse en el molde.
  Gerli. Otra vez se para y mira. Me hubieras dejado ayudarte, piba. No te quiero coger. Ni te conozco, pasarían meses hasta que ganara la confianza como para ponerme en bolas adelante tuyo. Quedate tranquila. Antes de que las puertas se cierren y el tren arranque, entra un pibito con estampitas. ¿Qué hago? ¿Vuelvo a abrir el libro para poder ignorarlo libremente? No. Lo miraré a los ojos y rechazaré su estampita. Es lo menos que puedo hacer.
  - No, te agradezco.
  Sostiene mi mirada y, haciendo caso omiso de mis palabras, me deja la estampita encima de mi libro. Se va, y la estampita comienza lentamente a deslizarse, tentada por la gravedad. Con un rápido movimiento la retengo, puteando por dentro al pibito que se cagó en que le dije que no quería la estampita. Que, ahora que la veo, no es una estampita. Es un calendario con un signo del zodíaco. Tiene el carnero de Aries. Mi signo. Miralo vos al pibe. Yo teorizando sobre el rechazo, la osadía, los ofrecimientos, la confianza, y el pibe así nomás me da una clase magistral. Me obligó a tomar lo que me ofrecía y yo rechazaba, y ahora lo quiero. Lo quiero, porque me divierte mucho pensar en que podía ser cualquier otro signo, pero me enchufó el mío. Una entre 12, no es tan improbable, pero aún así vale algo en mi extraña escala de valores. A ella le tocó Tauro. Se la queda mirando. Creo que ya hay confianza, ¿no?
  - ¿Con vos también la embocó? A mí me dio la de mi signo.
  - Mirá vos... sí, conmigo también. Soy de Tauro.
  Gracias, pibe. Me diste la excusa perfecta. Quizás no le diga nada más, pero... Pero nada. Me olvido de la piba, me olvido de que me mira y me sonríe, me olvido de que me la quiero coger (luego de varios meses de conocimiento mutuo, claro), me olvido de las minas en general y vuelvo a mi primer amor: una entre 144. Es algo bastante más improbable que una entre 12. "Es el destino, es esta chica". Una mierda. Esta piba no tiene nada que ver. ¿O sí? Se me ocurre una manera de averiguarlo.
  - Che, flaco. ¿Qué signo te dio a vos?
  El tipo que está sentado atrás mío me mira confundido, sin escucharme, tiene auriculares metidos en las orejas. Le hago la mímica para indicarle que se los saque. Le repito mi pregunta. Cáncer.
  - ¿Y sos de Cáncer?
  El tipo sonríe. Una entre 1728. La vieja que está sentada al lado dice que ella es de Escorpio, igual que el calendario que tiene en la mano. Una entre 20736. La gente comienza a reírse, a gritar, a levantarse. Todos tienen un calendario con su signo y yo me estoy exprimiendo la cabeza para seguir calculando potencias de 12. Mi celular tiene calculadora. Por fin sirve para algo.
  - No puede ser, ¿no?
  Ni le respondo. Qué lástima. Era linda, al final. ¿Cuántos somos en el vagón? No importa, es al pedo, adivinar el signo de seis personas consecutivas ya es algo imposible, guardo el celular.
  - ¿Te pasa algo?
  Otra vez no le contesto. Salgo disparado a buscar al pibe de los calendarios, pero todo es confuso, la gente sigue gritando, el tren para en Lanús y me parece que el pibe se está bajando, dejó los calendarios y se fue a la mierda, ¿qué significa todo esto? Me bajo, grito sin saber bien cómo llamarlo, lo pierdo de vista, el tren se empieza a ir, la veo a ella mirándome por la ventanilla.
  Sólo me queda el calendario. Comparto algo hermoso con toda esa gente del vagón, pero ellos son los que siguen juntos. Yo me quedé solo.