domingo, 10 de febrero de 2013

Crónicas del cuidacasas: Mármol


  Es increíble cómo algunos lugares pueden estar asociados con ciertos recuerdos. No sólo el lugar, no es tanto esta casa como la situación entera: esta casa que no es mía, yo en ella, solo. O quizás la situación que realmente importa es la mía, la situación en la que estoy ahora: la situación retrospectiva. Más un ejercicio de nostalgia y resentimiento que lo que me digo que es: una búsqueda de respuestas, de indicios, de patrones para evitar en el futuro. Por eso. Un ejercicio de nostalgia y resentimiento, nada más. Una enumeración de situaciones que, ahora, y en el mejor de los casos, me avergüenzan enormemente, y que sucedieron aquí. Sería, repito, muy vergonzoso enumerarlas, además de demasiado egocéntrico, aún para un blog como este, altar de la contemplación auto-referencial. Pero puedo decir, quiero decir que he vivido aquí episodios muy importantes con las tres mujeres de mi vida ("mujeres de mi vida", andá a saber qué mierda quiere decir eso): los primeros (y torpes) intentos por relacionarme con una mujer, un primer encuentro, un primer distanciamiento (con un aditamento paranormal), un primer indicio de que una amistad se estaba convirtiendo en otra cosa (esa es, quizás, la historia más interesante), un primer reencuentro (accidental, un descuido de mi parte, probablemente un lapsus).
  La mayor parte de estos episodios son recuerdos muertos. Tuvieron un significado, ahora tienen otro, y eso es todo. Nostalgia y resentimiento, dependiendo del episodio. Y me parece grandioso el modo en que las vivencias vuelven, la manera en que cuatro paredes disparan recuerdos, la sonrisa o la puteada que nace al cruzar unas vías. Humanidad básica, claro. Pero nunca es tarde para descubrirlo como algo hermoso, por más que se sufra.

  ¿Qué mierda me pasa, que de repente estoy tan positivo? Encima se me acaban las vacaciones. Tengo que pensar en eso, sí. Tengo que pensar cómo pasaron sin que hiciera nada, cómo va a tener que pasar un año más o voy a tener que perder el laburo para poder tener tiempo libre otra vez. Quizás tantos cartelitos espirituales de facebook me hayan cambiado, mierda.

jueves, 7 de febrero de 2013

La máquina de resentimiento


  No me parece que esta página tenga sentido. Digo "página" como todo, hablando de estas líneas pero también de las que conforman todo el blog. Es sólo un momento, claro, en que prefiero la más estricta soledad (salvo escasas excepciones) y el nunca mentiroso silencio. En que todo me parece francamente inútil o, en el mejor de los casos, prescindible. No sé si esto es estar "deprimido", no creo. Creo, más bien, que estoy cansado. Un poco agobiado, y creo, a riesgo de sonar exageradamente pelotudo, que facebook tiene gran parte de la culpa.
  Mantuve mi facebook totalmente libre de pelotudos durante mucho tiempo, casi como mi vida. Hice también allí un culto del silencio y del ostracismo, del "menos es más", y cuando hablo de eso también me refiero a la cantidad de contactos. Puedo todavía contar con los dedos de una mano la cantidad de solicitudes de amistad que mandé. Y sí, hay algo de orgullo en eso que digo. Es el orgullo de la soledad. Es la contradicción del que se odia a sí mismo (otra exageración, más bien una "simplificación estilística", o quizás subestime enormemente a mis interlocutores, vaya uno a saber) pero que se ofrece como un premio, un pequeño lujo.
  Pero entonces, ¿qué estoy queriendo decir? Porque ya me estoy dando asco con todo esto que digo (eso es cierto, ahí no exagero), cuando lo que quiero decir es más simple, y divertido: tengo ganas de abrirme una página de facebook, una de esas en las cuáles se puede poner "me gusta", llena de fotos tiernas con frases pelotudas. Perdón, no "pelotudas", solamente ingenuas, extremadamente positivas, poco inspiradas, simplistas, pseudo-espirituales, en fin, inútiles y prescindibles. Porque estoy cansado, agobiado de leer esos discursos prefabricados sobre fondos coloridos que tan de moda se pusieron. Y porque me parece gracioso, siempre me divirtió mucho esto que a veces me gusta hacer, emular un discurso pero vaciándolo de su... ¿funcionalidad? Sí, sería eso: diré lo mismo, intentaré decir lo mismo, pero sólo por decirlo. Y eso que es gracioso, puede ser hiriente, hasta pedante para otras personas. Entonces me pregunto: ¿por qué tengo que hacerlo? ¿Por qué cuando decir cualquier otra cosa es inútil, esto no lo es, habiendo además probado que me puede traer problemas? Quizás porque es divertido, sí. Quiero jugar a que hablo otro idioma, a ver si alguien piensa que lo hablo realmente, y no que es una charada.
  Pero no, realmente, es una mierda. Es una forrada. Aunque tengo aceptado que soy bastante mierda y forro (y no digo que esté mal), pero es para problema. ¿Por qué el resentimiento pareciera ser mi único combustible? Complicado. Quizás viva equivocado, quizás necesite cambiar de rumbo, ayudado por la lectura de frases como esta:

"El viento sopla para todos, pero está en cada uno pescar la melodía que al espíritu regocija"

o

"De nada sirve enojarse. Ante aquel que no te entiende, ofrécele tu amor sazonado con la distancia, pues todos somos hermanos"

o

"Si te molesta lo que pongo en facebook, simplemente configurá tu cuenta para que no te aparezca como noticia cada huevada que publico. Ahora, si estás esperando ver las eventuales fotos en bikini de mis vacaciones en cuanto las suba, bancatelá, flaco"



  He respirado profundamente cinco veces, y ya estoy mejor. Son mis hermanos y hermanas, y los amo.




Disclaimer: 

Ningún animalito ha sido lastimado durante la redacción de este artículo.

Todos los hechos aquí relatados son estrictamente ficticios, cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia. Cualquier mención referente a otras personas (como cuando dice "pelotudos", ponele) debe ser tomada como parte de un discurso ficticio, sujeto a criterios estéticos y no reales.